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dicho, Viyaya, que se podía adelantarla y presentarse en el planeta antes. Había que ver
cómo se asombrarían nuestros camaradas.
Se sonrió al permitirse esta broma, pues no le había abandonado un sentimiento de
embarazo.
Los raros ojos de Viyaya se detuvieron en su rostro.
¿Por qué se altera en mi presencia? preguntó él . Y no sólo usted. ¿Por qué no
me tratan de "tú"? Entre nosotros ya hace tiempo que no hay otro tratamiento. Todas las
personas son hermanos.
Nos acostumbró a esto Guianeya contestó Murátov .Hasta su llegada no hemos
conocido el pronombre "tú" de su idioma.
Ahora ya lo saben.
Murátov calló confuso. Podía decir muchas cosas a su interlocutor, pero comprendió
que para Viyaya sus explicaciones no tendrían ningún sentido.
La visita de Viyaya fue inesperada para Murátov. Sabía que todos los que habían
llegado en la maravillosa nave sentían hacia él una simpatía especial, y comprendía de
dónde procedía. Era el parecido de Murátov con ellos, aquello mismo que atrajo a
Guianeya hacia él. Murátov no se hubiera alterado si alguien otro le hubiera venido a
visitar, pero Viyaya...
Los huéspedes llevaban ya más de un mes en la Tierra. Hacía tiempo que estaban en
claro las causas de su vuelo, eran conocidos el nombre y la biografía de los cosmonautas,
la historia de su patria. Las personas de la Tierra, supieron no sólo dónde se encontraba
el planeta, sino también cómo era. Los cosmonautas trajeron consigo todo lo necesario
para, de la forma más completa y detallada, hablar de su patria.
Y las personas supieron que a Viyaya se le consideraba un gran sabio en el planeta
que en mucho había adelantado a la Tierra, en lo relativo a la ciencia y técnica. Según el
concepto de la Tierra era un genio en el completo sentido de la palabra. Y de ningún
modo era viejo, más bien se le podía considerar joven.
Murátov tenía ahora cerca de cuarenta años. Esto era casi la mitad del término medio
de duración de vida. Viyaya, según el cálculo terrestre, tenía un poco más de cien años.
Pero para las personas que vivían como término medio quinientos años, era la quinta
parte.
Si los científicos de la Tierra durante su vida podían acumular grandes conocimientos,
entonces se podía uno imaginar cuánto podrían saber los compatriotas de Viyaya.
Y entre estas personas Viyaya se destacaba. Por eso no es asombroso que se sintiera
cohibido al encontrarse junto a esta persona, sabiendo el abismo que les separaba.
Pero Viyaya no comprendía su situación.
He venido a pasar contigo la tarde dijo, tratándole de "tú" y, con toda seguridad,
esperando lo mismo de Murátov . ¿Acaso quieres que lamente esto?
Qué sea a tu gusto contestó Murátov.
¡Por fin! Todos te queremos, Víktor. Eres asombrosamente parecido a nosotros y me
es particularmente agradable encontrarme a tu lado. Trátame como a un amigo.
Pero el estar de acuerdo no significa todo. Murátov buscaba con ansiedad una
pregunta natural pero nada le venía a la cabeza.
Viyaya comenzó a hablar, sacándole del apuro.
Fue algo raro dijo . De dos planetas se apresuraron las personas a acudir en
ayuda de Lía, quiero decir, de la Tierra. Y no sabían que no necesitaba ninguna ayuda.
Todo este hecho es algo raro y, claro está, que no se volverá a repetir.
A Murátov le agradó el tema de la conversación, sobre el que podría preguntar muchas
cosas a Viyaya.
Nos causó mucho asombro dijo que los cómplices de Liyagueya no hicieran
funcionar inmediatamente la radiación. ¿Para qué tenían necesidad de dejar los satélites
cerca de la Tierra, construir una base lunar y sólo en su segundo vuelo llevar a cabo su
plan?
Sobre esto ya me han preguntado contestó Viyaya . Se explica por diferentes
causas técnicas y psicológicas. Ellos salieron con el objeto de buscar un planeta para
colonizarlo sin saber si lo encontrarían o no, y al salir no concordaron sus actos con
aquellos que quedaban. En vuestra sociedad de explotadores reinaba el individualismo.
Las acciones colectivas por su propia esencia eran ajenas a las clases dominantes. Esta?
causas coadyuvaron en mucho a su ruina. ("¿Cuándo ha podido saber todo esto?",
pensó Murátov) . Entre nosotros, aunque esto te parezca raro, el colectivismo era una
propiedad de la casta de ios señores. Estaban acostumbrados a concordar sus acciones.
Lo que, junto co'n otras causas, dificultó nuestra liberación. Para emplear la radiación,
como muy acertadamente se ha denominado, contra la humanidad de la Tierra, tenían
que regresar y recibir la conformidad de los demás. Esta es la primera causa. La segunda
es puramente técnica. Huyendo de nuestro planeta se llevaron consigo todas las naves
cósmicas que entonces existían. En una de ellas se encontraban los dos cohetes que
vosotros encontrasteis y destruisteis. No tenían otros y era imposible construirlos en un
planeta de paso donde no existía ninguna fábrica. ("Guianeya dijo la verdad", pensó
Murátov) . Estos cohetes estaban destinados para otros fines y como es natural en ellos
no existía ningún emisor de rayos. En las naves tampoco los había. Entonces montaron
estos emisores en la Luna, donde descendieron primero. Pero al no existir las sustancias
que son la base de la radiación tuvieron necesidad de regresar por ellas. Encontraron la
solución montando una base de carga en la Luna. Vosotros os equivocáis al pensar que
esta base servía para cargar a los motores, que, entre paréntesis, no necesitaban ninguna
carga. En la base sintetizaban la sustancia necesaria para los emisores de rayos, y según
la iban preparando la cargaban en los cohetes. Pero la síntesis exigía mucho tiempo.
¿Cuánto?
No puedo decirlo exactamente pero no menos de cien años vuestros. En general,
todo les salió bien. Después de haber pensado su plan tenían tiempo de regresar e
informar de ello a los demás.
¿Es decir que estuvieron en la Tierra hace cien años?
Aproximadamente.
Murátov recordó todas las suposiciones e hipótesis relativas al tiempo en que
aparecieron cerca de la Tierra los satélites-exploradores. Al principio su aparición se
refería al año 1927, después, al período de imperio de Carlos V. Según Guianeya
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