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te abandonar�.
- Volv� en m�. Cre�a que hab�a sido un sue�o, pero �oh milagro! Nos
escribió un primo que por la tala de madera de nuestra finca le hab�an
entregado 4.000 liras.
207
Diario de julio de 1941, p. 411.
208
Diario de agosto de 1941, p. 418.
209
Diario de setiembre de 1943.
210
Diario del 5 de marzo de 1950.
59
Varias veces se le apareció san Francisco de As�s. Una vez, dice: Lo vi
resplandeciente, el m�s bello del para�so211. Con frecuencia, se le apareció san
Pablo de la Cruz, incluso para darle la comunión, acompa�ado de santo Domingo
Savio y del alumno pasionista Nicolini. Escribe: El 30 de junio de 1941 se me
presentó san Pablo de la Cruz sonriente y me dijo:  Hija, t� te alarmas por
peque�as cosas. �Si t� supieses cu�nto sufr� en mi apostolado! Hambre, sed,
desprecios, c�rcel. Di a Jes�s que disponga de ti seg�n su voluntad para la
salvación de las almas y el advenimiento del reino de su sagrado Corazón 212.
Afirma Paulina: Ella amaba a los santos y trataba de imitarlos. Le�a la
vida del beato Francisco Mar�a, laico capuchino. Amaba a los ni�os de F�tima...
Le�a la vida de la venerable Elisabetta Sanna, acerc�ndose muchas veces a rezar
a su tumba. Y all� tuvo revelaciones de la santa... Ten�a mucha veneración por la
beata Mar�a Taigi de la que leyó su vida. Ten�a una gran veneración por santa
Ana y san Joaqu�n, a quienes llamaba abuelos. La Virgen se lamentaba con ella
de que pocos amaban a estos santos; que santa Ana sólo era invocada por las
mam�s, pero deb�a serlo tambi�n por las jovencitas. Le�a la vida de santa Ana y,
en el mes de julio, recitaba oraciones de un librito. En el mes de agosto
rez�bamos todos los d�as a san Joaqu�n que, en 1950, un d�a de su fiesta, delante
de su imagen, le habló213.
Y as� podr�amos seguir hablando de otros santos de su especial devoción
como santa Catalina de Siena, san Pedro y san Pablo, santa In�s, santa Luc�a,
santa Cecilia, etc., etc.
ARTICULOS CELESTIALES
Algo realmente maravilloso en la vida de Eduviges es la frecuente entrega
por parte de habitantes del cielo de diversos art�culos necesarios para la vida,
especialmente en tiempo de guerra. Evidentemente, con ello no queremos decir
que fueran fabricados en el cielo, pero lo que s� es cierto es que ven�an por medio
de alg�n correo celestial.
Escribe en su Diario en julio de 1941: La abuela estuvo enferma unos seis
a�os. Era anciana y no siempre estaba contenta con lo que le daba de comer.
Era el tiempo de la primera guerra mundial y faltaban las cosas sobre todo para
211
Diario de mayo de 1941, p. 404.
212
Diario, p. 407.
213
Proceso informativo, fol 62-63.
60
los enfermos. A ella le gustaba mucho el pescado. Un d�a no quiso comer, quer�a
pescado a como diera lugar. �Dónde encontrarlo? Yo llor�. Me puse a buscar
entre los cajones. Y �maravilla! Encontr� un plato de pescado caliente. �Qu�
bueno es el Se�or tambi�n con los enfermos!214.
Luigia Maday refiere lo que su esposo Giorgio le contó: Un d�a vio salir
de casa a Eduviges en pleno invierno con un plato de cerezas frescas y, por
tanto, fuera de estación, que llevaba a alguien215.
Luigina Arru recuerda un hecho: Est�bamos fuera del tiempo de la
recolección de olivas y Eduviges me invitó a entrar en su casa y me ofreció un
plato216.
Antonica Deriu fue una vez a visitarla y le dijo:  Deme un poco de harina
para hacer un poco de pan. La harina era poca, pero despu�s de haber hecho el
pan, rend�a mucho. No supe explicarme el porqu� 217.
Vitalia Scodina testifica: El d�a 31de enero de 1942 la vi en la capilla de
santa Ana en �xtasis con el az�car que le regaló Jes�s218.
Otro d�a, la vi en la capilla de san Juan Bosco con medio kilo de arroz en
la mano, que le hab�a dado Jes�s. La segunda semana de marzo de 1942 la vi de
nuevo en la capilla de santa Ana con un zapato en la mano, regalado por Jes�s,
porque Eduviges necesitaba zapatos, que en aquel tiempo no se encontraban219.
Ella llevaba zapatos rotos y Jes�s tuvo compasión y le regaló un par. Yo
misma (Vitalia) he asistido a este regalo, aunque no he visto a Nuestro Se�or. He
visto a la sierva de Dios tener en la mano, mientras estaba en �xtasis, un zapato
y hablaba con alguien invisible, diciendo:  Gracias, no importa que T� me
regales zapatos . La semana siguiente, en la capilla de san Juan Bosco, Jes�s le
regaló el otro zapato que, despu�s, yo le he visto puestos a la sierva de Dios.
Ella viv�a pobre, nunca llevó collares ni aretes ni alfileres ni reloj y menos usó
cosm�ticos220.
214
Diario, p .410.
215
Madau Ernesto, o.c., p. 204.
216
Ib�dem.
217
Doc extr, p. 196.
218
Doc extr, p. 270.
219
Ibidem.
220
Sumario, p. 133.
61
Su primo el padre Aurelio Pischedda testifica: Paulina me contaba
algunas cosas extraordinarias de la vida de Eduviges. Entre otras cosas sab�a de
un pedazo de tela que le hab�a venido del cielo. Estando en Roma le pregunt� a
Paulina, quien gentilmente me hizo ver la tela. Mientras la tocaba, entró
Eduviges y, notando mi curiosidad, dijo, sin darle importancia:  Nada, Jes�s es
tan bueno que hab�amos hecho una peque�a obra de caridad y nos ha
recompensado221.
Vitalia aseguró: Conservo como una reliquia una falda que me regaló la
sierva de Dios y que hab�a recibido personalmente de Jes�s, junto con una
s�bana y un pedazo de tela, durante las penurias de la guerra222. Y sigue
diciendo: Muchas veces, he constatado en el a�o 1942 que, cuando hab�a escasez
de alimentos, durante el �xtasis Jes�s le entregaba az�car, arroz o caf�223.
Una vez la vi en la capilla de santa Ana con un pedazo de pan blanco
entre las manos, Jes�s se lo hab�a dado para que lo llevase a Monse�or Massimi
como se�al de que no le faltar�a el pan a pesar de la guerra. Eduviges me lo dio
a m� y yo se lo di al padre Ignacio que lo tiene hasta ahora en una vitrina224.
Muchas veces yo (Flora Argenti) he asistido a la aparición milagrosa de
diversos art�culos de consumo como caf�, vino, bizcochos, etc. Ella recib�a estos
dones celestiales de Jes�s, de la Virgen, de santa Ana, de santa In�s, del beato
Domingo Savio, de san Juan Bosco o de otros santos. Un d�a, estaba en la
cocina y ella estaba preocupada por la falta de tocino, pues quer�a preparar un
plato de tocino. De pronto, aparece sobre la mesa un plato con tocino. Se puede
comprender cu�l fue mi sorpresa225.
Por su parte, Mar�a Porrani informa: Un s�bado, quiz�s en 1946, tocaron
el timbre de la casa de la se�ora Enrica. Abre y ve a Eduviges con un paquetito,
la invita a sentarse y ella le dice:  Gracias a santo Domingo Savio le traigo este
paquetito, porque usted no lo comprender�a .Cuando Eduviges se fue, la se�ora
Enrica abrió el paquete y encontró una piernita de cordero y un paquete de caf�,
dos cosas que le gustaban mucho. Yo tambi�n prob� un poco226.
221
Doc, p. 189.
222
Sumario, p. 149.
223
Sumario, p. 137.
224
Sumario, p. 146.
225
Doc extr, p. 301.
226
Doc extr, p. 314.
62
Su amiga Vitalia recuerda: Un d�a, al entrar las tres en su casa, sentimos
un olor a caf� tostado. Encendida la luz, vimos que sobre la mesita de entrada
hab�a un tarro lleno de caf�. Pedimos a Eduviges una explicación del hecho y
dijo que lo hab�a tra�do santo Domingo Savio227.
En su Diario escribió: El 28 de febrero estaba en la cocina y sent� sonar el
timbre. Me acerco a la puerta y reconozco a Domingo Savio, bien vestido, con
pantalones y chaqueta gris claro. Me sonrió y me dijo:  Te hago un peque�o
regalo para ti y para Paulina. Os regalo un paquete de caf� tostado. De esto le
dar�is a los pobres ministros que sab�is cu�nto sufren . Apenas dichas estas
palabras, desapareció, dej�ndome en el corazón una alegr�a inmensa228.
En una ocasión, se presentó dos veces a Eduviges el alma de un buen
sacerdote joven de Marino, que hab�a muerto ahogado en el mar Tirreno. En
una de estas apariciones el reverendo le ofreció un paquete de caf� que en aquel
tiempo era muy apreciado229.
Mar�a Battaglini testificó: En la fiesta de san Joaqu�n, fueron las dos
hermanas Carboni a confesarse con Monse�or Vitali... Lo llam� y Eduviges le
entregó un cucurucho de bell�sima uva seca que hab�a encontrado sobre el altar. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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