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 Es que..., s� se�or.
Kiku se volvió de nuevo hacia Ftaeml:
 Espero poder demostrar que ninguna astronave terrestre visitó jam�s a los hroshii.
Afortunadamente, guardamos los informes de navegación espacial de todos los viajes
interestelares. Mi idea es �sta: ha llegado el momento de que se enfrenten las partes
dirigentes en esta negociación. Gracias a sus h�biles servicios de int�rprete, les haremos
ver que no tenemos nada que ocultar, que los servicios de nuestra civilización est�n
completamente a su disposición, y que nos gustar�a ayudarles a encontrar su hijo pródigo,
pero que �ste..., o �sta, no est� aqu�. Despu�s, si tienen algo que sugerir, nosotros, con
mucho gusto...  Kiku se interrumpió al ver abrirse una puerta en el fondo de la estancia.
Dijo con voz inexpresiva : �Cómo est� usted se�or ministro?
Roy MacClure, ministro de Asuntos Espaciales de la Comunidad Federada de
Civilizaciones, entró en la estancia. Sus ojos parecieron iluminarse �nicamente al ver a
Kiku.
 �Por fin te encuentro, Henry! Te he buscado por todas partes. Aquella est�pida
muchacha no sab�a dónde hab�as ido, pero supuse que no hab�as salido del edificio.
Debieras...
Kiku lo sujetó fuertemente por el codo y dijo:
 Se�or ministro, perm�tame que le presente al doctor Ftaeml, embajador de facto de
los poderosos hroshii. MacClure se dirigió a �l sin mirarlo:
 �Cómo est�, doctor? �O deber�a decir excelencia?
 Doctor es suficiente, se�or ministro. Estoy bien, gracias. �Me permite que le
pregunte cómo va su salud?
 Oh, bastante bien, bastante bien, y a�n ir�a mejor si no se presentase todo de
repente. A propósito... �Me permite que le quite a mi principal colaborador? Lo siento
much�simo, pero acaba de suceder algo urgente.
 No faltaba m�s, se�or ministro. Mi mayor deseo es verle a usted contento.
MacClure miró inquisitivamente el medusoide, pero se encontró incapaz de interpretar
su expresión..., si es que aquel ser ten�a expresión, rectificó para sus adentros.
 Conf�o en que le tratar�n bien, doctor.
 S�, muchas gracias.
 Magn�fico. Realmente lo siento, pero... Henry, hazme el favor.
Kiku saludó al rargiliano inclinando la cabeza y despu�s abandonó su asiento,
mostrando un rostro tan inexpresivo que Greenberg se estremeció. Kiku susurró algo al
o�do de MacClure, tan pronto como se hubieron apartado de la mesa.
MacClure miró a los otros dos, y respondió luego en un susurro que Greenberg pudo
o�r:
 �S�, s�! Pero te digo que esto es de una importancia crucial, Henry. �Cómo se te
ocurrió hacer aterrizar esas naves sin consult�rmelo?
La respuesta de Kiku fue inaudible. McClure prosiguió:
 �Valiente sandez! Bien, no tendr�s m�s remedio que salir y dar la cara. No puedes...
Kiku se volvió bruscamente:
 Doctor Ftaeml, �no ten�a usted intención de volver esta noche a la nave hroshii?
 No hay prisa. Estoy a sus órdenes, se�or.
 Es usted amabil�simo. �Me permite que lo deje en las siempre buenas manos del
se�or Greenberg? Es como si se tratase de m� mismo.
El rargiliano se inclinó.
 Lo considerar� como un honor.
 Me permito esperar que ma�ana gozar� de nuevo de su agradable compa��a.
El doctor Ftaeml volvió a inclinarse.
 Hasta ma�ana. Se�or ministro, se�or subsecretario..., a sus órdenes.
Estos se marcharon. Greenberg no sab�a si re�r o llorar; se sent�a inquieto por toda su
raza. El medusoide le observaba en silencio.
Greenberg sonrió con media boca y dijo:
 Doctor, �incluye juramentos la lengua rargiliana?
 Se�or m�o, puedo decir palabrotas en m�s de un millar de lenguas. Algunas poseen
blasfemias que har�an sonrojarse a las piedras. �Quiere que le ense�e algunas?
Greenberg se recostó en su silla y soltó una sonora carcajada.
 Doctor, usted me gusta. Realmente me gusta. Se lo digo, cr�ame, sin tener en
cuenta nuestro deber profesional que nos obliga a ser corteses.
Ftaeml contrajo sus labios en una buena imitación de una sonrisa humana.
 Gracias, se�or. El sentimiento es mutuo... y se agradece.
 �Puedo decir, sin intención de ofender a nadie, que el modo de recibirnos que tienen
a veces los habitantes de su gran planeta es algo que hay que tomarse con filosof�a?
 Lo s�, y cr�ame que lo lamento. Mis compatriotas, la mayor�a de ellos, est�n
honradamente convencidos de que los prejuicios de su aldea nativa fueron decretados por
el Todopoderoso. Ojal� fuese de otro modo.
 No tiene usted que avergonzarse. Cr�ame, se�or, �sa es la �nica convicción que se
ve compartida por todas las razas del universo, lo �nico que tenemos todos en com�n. Y
mi raza no es excepción. Si usted supiese idiomas... Todos los idiomas llevan en ellos un
retrato de los seres que los hablan, y los modismos y giros de todas las lenguas repiten
incansablemente: es un extranjero y, por lo tanto, un b�rbaro.
Greenberg sonrió torcidamente.
 Es desalentador, �verdad?
 �Desalentador? �Por qu� tiene que serlo? En realidad, es para morirse de risa. Es el
�nico chiste que no se cansa de repetir Dios, porque su humor nunca se marchita.  Hizo
una pausa y a�adió : �Cu�l es su deseo? �Quiere que continuemos examinando este
asunto? �O simplemente su propósito es que continuemos conversando amigablemente
hasta el regreso de su... colaborador?
Greenberg comprendió que el rargiliano le dec�a, lo m�s cort�smente posible, que �l no
pod�a actuar sin Kiku. Greenberg decidió que no pod�a esperar lo contrario. Y adem�s,
ten�a hambre.
 �No hemos trabajado ya bastante por hoy, doctor? �Quiere concederme el honor de
cenar conmigo?
 �No sabe cu�nto me gustar�a! Pero..., �conoce usted nuestros peculiares
reg�menes? [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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