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como eso. Las hoscas paredes le miraban fijamente, y la otra mitad crtica de su mente
decidió permanecer ocupada aquella noche. Estpido! Ella no necesita tu ayuda. Por
qu habra de necesitarla? Qu tienes t que no tuviera Difuso... y mejor? Para ella, t
eres simplemente uno ms de los muchachos deficientes mentales que andan de un lado
para otro en este lugar.
- Pero yo no estoy loco! Sólo porque eleg no someterme al dictado de otros, eso no
me hace loco. No, verdad? Todos los dems aqu eran unos chalados, pero qu haba
de sorprenderme en ello? Bueno, no todos... qu haba que decir del Doctor, y de...? No
te engaes a ti mismo, cabeza de chorlito, el Doctor y Mam Johnston estn aqu por sus
propias razones; ellos no fueron sentenciados. Y Persfona nació aqu.
Y qu hay de Magee? Realmente estaba cuerdo... o al menos lo pareca. Se dio
cuenta de que recelaba, con una ilógica amargura, de la aparente estabilidad de Magee.
Por qu tena que ser diferente del resto de nosotros?
Del resto de nosotros? Se haba clasificado a s mismo junto con los dems
habitantes de Coventry. De acuerdo, de acuerdo, admtelo, estpido... eres simplemente
como todos los dems; despreciado porque la gente decente no te quiera... y demasiado
estpidamente obcecado como para admitir que necesitas tratamiento.
Pero el pensar en el tratamiento hizo que se le enfriara la mente, y volvió a recordar a
su padre. Por qu tena que hacerlo? Recordó algo que el Doctor le haba dicho haca
un par de das: Lo que necesitas, hijo, es plantarle cara a tu padre y echarlo fuera. Es
una lstima que muy pocos hijos les digan a sus padres que se vayan al infierno.
Encendió la luz e intentó leer. Pero no haba forma. Por qu tendra que preocuparse
Persfona de lo que les ocurriera a las gentes del Exterior? Ella no las conoca; no tena
amigos all. Si ella no tena obligaciones hacia ellos, cómo era posible que ella se
preocupara? Sin obligaciones? Has tenido una vida sencilla y fcil durante muchos
aos... todo lo que te pedan era que te comportaras debidamente. En cuanto a eso, qu
sera ahora de ti si el Doctor hubiera dejado de preguntar si te deba o no algo?
Segua an rumiando cansadamente sus amargas reflexiones sobre s mismo cuando
la primera fra y plida luz de la maana se filtró en su habitación. Se levantó, se echó
algo por encima, y avanzó de puntillas hacia la habitación de Magee. La puerta estaba
entornada. Asomó la cabeza y susurró:
- Difuso... ests despierto?
- Entra, chico - respondió Magee suavemente -. Qu te pasa? No puedes dormir?
- No...
- Yo tampoco. Sintate y compartiremos nuestras penas.
- Difuso, estoy pensando en tomar una decisión. Me voy al Exterior.
- Eh? Cundo?
- Inmediatamente.
- Es arriesgado, chico. Espera unos cuantos das y lo intentar contigo.
- No, no puedo aguardar hasta que t ests bien. - Voy a ir a advertir a los Estados
Unidos!
Los ojos de Magee se abrieron un poco ms de lo habitual, pero su voz no cambió.
- No habrs dejado que esa larguirucha muchacha te sorba el coco, Dave?
- No. No exactamente. Lo hago por m mismo... porque es algo que necesito hacer.
Mira, Difuso, qu hay acerca de esa arma? Han conseguido realmente algo que pueda
amenazar a los Estados Unidos?
- Me temo que s - admitió Magee -. No s mucho acerca de ella, pero hace que los
desintegradores parezcan un juguete. Mayor alcance... no s lo que esperan que le haga
a la Barrera, pero les vi preparar grandes lneas de fuerza antes de que me hirieran.
Escucha, si consigues llegar afuera, hay un tipo al que tienes que buscar; de hecho,
asegrate de hablar con l. Tiene mucha influencia. - Magee garabateó algo en un trozo
de papel, lo dobló, y se lo tendió a MacKinnon, que se lo metió distradamente en el
bolsillo y continuó:
- Cuan vigilada est la Puerta, Difuso?
- No podrs salir por la Puerta; esto est fuera de toda duda. Eso es lo que tienes que
hacer... - tomó otro pedazo de papel, y comenzó a dibujar y a explicar.
Dave estrechó la mano de Magee antes de irse.
- Le dirs adiós de mi parte, querrs? Y le dars las gracias al Doctor? Prefiero irme
antes de que nadie se despierte.
- Por supuesto que lo har, chico - le aseguró Difuso
MacKinnon se agazapó tras unos arbustos y atisbo cautelosamente al pequeo grupo
de ngeles que penetraba en una desolada y fea iglesia. Se estremeció, tanto a causa del
miedo como del fro aire matutino. Pero su necesidad era mayor que su miedo. Aquellos
fanticos tenan comida... y l la necesitaba.
Los dos primeros das despus que abandonara la casa del Doctor haban sido
relativamente fciles. Cierto, haba cogido fro al dormir al raso; se le haba metido en los
pulmones y lo haba abatido un tanto. Pero no le preocupaba mientras pudiera retener los
estornudos y las toses hasta que la pequea banda de feligreses se hubiera metido en el
templo. Los observó pasar: hombres de aspecto duro, mujeres con faldas que arrastraban
por el suelo y cuyos rostros ajados por el trabajo iban enmarcados por sus paoletas...
plidos trabajadores serviles demasiado cargados de hijos. La luz haba abandonado sus
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